martes, 11 de octubre de 2011

CUENTO

El dinosaurio
Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí. (Augusto Monterroso)

Cuando despertó, suspiró aliviado: el dinosaurio ya no estaba allí. (Pablo Urbany)

Y cuando despertó, el dinosaurio seguía allí. Rondaba tras la ventana tal y como sucedía en el sueño. Ya había arrasado con toda la ciudad, menos con la casa del hombre que recién despertaba entre maravillado y asustado. ¿Cómo podía esa enorme bestia destruir el hogar de su creador, de la persona que le había dado una existencia concreta? La criatura no estaba conforme con la realidad en la que estaba, prefería su hábitat natural: las películas, las láminas de las enciclopedias, los museos... Prefería ese reino donde los demás contemplaban y él se dejaba estar, ser, soñar.

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